Neuronas que controlan la gula

En ratones, la activación de un grupo de células neuronales permite a los animales regular su apetito.

En ratones, el estudio del hipocampo, región cerebral involucrada en la memoria, permite identificar una población neuronal que ayuda a los animales a controlar la sobreingesta de alimentos. En la imagen, hipocampo de rata. Se observan células gliales (azul), neurofilamentos (verde) y núcleos celulares (amarillo).

 

 

Consumir alimentos resulta esencial para la supervivencia del organismo; aunque tanto el exceso como el defecto pueden acarrear problemas de salud, como la obesidad o la anorexia. Hasta la fecha, el mapa de los circuitos neuronales responsables de controlar la conducta alimentaria aún permanece incompleto. Ahora, sin embargo, investigadores de la Universidad de Rockefeller en Nueva York han añadido una nueva pieza al rompecabezas: las neuronas hDR2.

Según el estudio, publicado por la revista Neuron, estas células neuronales, localizadas en el hipocampo y que expresan el receptor 2 del neurotransmisor dopamina, constituirían un mecanismo natural para evitar la sobreingesta de comida. Una suerte de interruptor para controlar el apetito.

Jeffrey M. Friedman y su equipo descubrieron la importancia de las neuronas hDR2 mientras estudiaban la respuesta de las células del hipocampo ante un estímulo alimenticio. Esta región del cerebro desempeña un papel clave en la memoria a corto plazo, así como en la reconstrucción de imágenes asociadas a experiencias previas. Por consiguiente, los científicos postularon que la apariencia, sabor u olor de los alimentos podrían desencadenar la formación de recuerdos y alterar dicha área cerebral. Los experimentos, realizados en ratones, confirmaron esta hipótesis.

En primer lugar, tras unas horas de ayuno, los animales fueron capaces de recordar en qué lugar de la jaula se hallaba la comida, incluso después de ser retirada por los investigadores. Ello permitió identificar la población neuronal activa durante este proceso de reconocimiento, las mencionadas neuronas hDR2. Para sorpresa de los científicos, la estimulación de éstas desalentaba a los animales de probar bocado, en cambio su inhibición favorecía una mayor ingesta de calorías.

Mas Friedman y sus colaboradores fueron más allá y establecieron el circuito neuronal completo. Así, determinaron que las neuronas hDR2 reciben información de la corteza entorrinal, responsable de procesar la información sensorial, que transmiten al área septal, involucrada en el instinto de alimentación. Es decir, las células hDR2 funcionarían como un punto de control que regularía la detección de comida y el impulso de consumirla, según el estado nutricional del organismo.

A pesar del largo camino que aún queda por recorrer, los científicos especulan que quizás, con cierto entrenamiento, los humanos podríamos aprender a modificar nuestras conductas alimenticias, gracias a este circuito neuronal. Ello podría ayudar en la lucha contra la obesidad, el mayor problema de salud que afecta a la población mundial.

 

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