Karen Uhlenbeck gana el premio Abel de matemáticas

La investigadora ha recibido el galardón por «el impacto fundamental de su trabajo en el análisis, la geometría y la física matemática». Se trata de la primera mujer que recibe este premio, uno de los más prestigiosos de la disciplina.

Karen Keskulla Uhlenbeck, receptora del premio Abel 2019.

 

 

 

 

 

La matemática estadounidense Karen Keskulla Uhlenbeck ha sido galardonada con el premio Abel, uno de los más prestigiosos en matemáticas, por sus trabajos en análisis, geometría y física matemática. Uhlenbeck es la primera mujer que recibe este premio, que comenzó a otorgarse en 2003. El galardón está dotado con seis millones de coronas noruegas (unos 620.000 euros) y es concedido cada año por la Academia Noruega de las Ciencias y las Letras.

Uhlenbeck supo que había recibido el premio el 17 de marzo, cuando se enteró de que la Academia estaba intentando comunicarse con ella. «Me quedé completamente asombrada», dice. «Era algo totalmente inesperado.» La Academia anunció el premio el 19 de marzo.

Uhlenbeck es legendaria por su dominio de las ecuaciones en derivadas parciales, relaciones que vinculan cantidades variables con sus tasas de cambio y que abundan en la descripción de las leyes físicas. A lo largo de su carrera, la investigadora ha aplicado ese conocimiento a muchos otros campos, como la geometría y topología.

Uno de sus resultados más influyentes —y del que dice que estar más orgullosa— se deriva de un trabajo fundamental publicado en 1981 junto con el matemático Jonathan Sacks. Aquel estudio versaba sobre «superficies mínimas»: superficies cuya geometría minimiza alguna cantidad, como la energía, tal y como hacen las películas de jabón cuando forman burbujas. La teoría matemática asociada se veía empañada por la aparición de puntos en los que la energía parecía hacerse infinita. La idea de Uhlenbeck fue «ampliar» esos puntos y verlos como la formación de una nueva burbuja que se separaba de la superficie.

Más tarde, la investigadora aplicó técnicas similares al estudio de las «teorías gauge». Estas teorías pueden verse como generalizaciones del electromagnetismo y son las empleadas por los físicos para describir las partículas elementales y sus interacciones.

Diálogo entre disciplinas

Uhlenbeck realizó gran parte de su trabajo a principios de los años ochenta, una época en la que comunidades tradicionalmente distantes comenzaban a hablar entre sí, recuerda. «Hubo un verdadero florecimiento de la relación entre las matemáticas y la física», señala. Los matemáticos hicieron ver que tenían información útil para los físicos, quienes a su vez «llegaron con grandes ideas para estudiar objetos que los matemáticos no podían encontrar por sí mismos».

El trabajo de otros matemáticos premiados se ha basado en las técnicas introducidas en su día por Uhlenbeck, apunta Mark Haskins, matemático de la Universidad de Bath y antiguo estudiante de doctorado de la investigadora. Entre ellos se encuentran Simon Donaldson, medallista Fields de 1986, conocido por aplicar las teorías gauge al estudio de la topología de los espacios de cuatro dimensiones; y Mijaíl Gromov, galardonado con el premio Abel en 2009, quien estudió un análogo matemático de las «cuerdas» de la teoría de cuerdas en el que la idea de las «burbujas» de Uhlenbeck resultó ser clave.

Haskins explica que Uhlenbeck pertenece a la clase de matemáticas que parecen tener «un sentido innato de lo que debería ser verdad», incluso si no siempre pueden explicar por qué. De sus tiempos de estudiante, recuerda cómo a veces le desconcertaban las respuestas de Uhlenbeck a sus preguntas: «La reacción inmediata era pensar que Karen había oído mal, porque había contestado a una pregunta distinta». Pero «tal vez semanas después, te dabas cuenta de que no habías hecho la pregunta correcta».

«Rebelión legítima»

Uhlenbeck nació en Cleveland, Ohio, en 1942, y creció en parte en Nueva Jersey con un intenso interés por aprender. «Leía todos los libros de ciencia de la biblioteca y me sentía frustrada cuando ya no quedaba nada por leer», escribió en un ensayo autobiográfico en 1996.

Tras un interés inicial por la física, acabó doctorándose en matemáticas en 1968 en la Universidad de Brandeis, en Massachusetts. Era una de las pocas mujeres de su departamento; algunos académicos reconocieron su talento y la alentaron, pero otros no. «Se nos decía que no podíamos hacer matemáticas porque éramos mujeres», escribía en su ensayo de 1996. «Me gustaba hacer lo que se suponía que no debía hacer, fue una especie de rebelión legítima.»

La investigadora ocupó cargos en varias universidades —inicialmente ignorada o marginada por compañeros varones, cuenta— antes de establecerse en 1987 en la Universidad de Texas en Austin, donde permaneció hasta su jubilación en 2014.

Referente de las mujeres en matemáticas

Uhlenbeck ha sido una defensora incansable de las mujeres en matemáticas, y fue la fundadora del programa Mujeres y Matemáticas del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton. «Ha sido toda una referente y mentora para muchas generaciones de mujeres», apunta Caroline Series, matemática de la Universidad de Warwick y presidenta de la Sociedad Matemática de Londres.

En 1990, Uhlenbeck impartió una de las charlas plenarias en el Congreso Internacional de Matemáticos. Fue la segunda mujer en la historia que lo hizo, después de Emmy Noether, la fundadora del álgebra moderna, quien habló en el congreso de 1932. A lo largo de su carrera, Uhlenbeck ha recibido otros premios importantes, incluida la Medalla Nacional de la Ciencia de EE.UU., concedida en el año 2000.

En un principio la investigadora fue reacia a aceptar su papel de refrente. Pero dice que, después de algunos éxitos logrados por matemáticas de su generación, se dio cuenta de que el camino hacia una representación justa sería más difícil de lo esperado. «Todos pensamos que una vez que cayeran las barreras legales, las mujeres y las minorías cruzarían las puertas de la academia y ocuparían el lugar que les correspondía». Pero arreglar la universidad resultó ser más sencillo que arreglar la cultura en la que crecen las personas, añade. Uhlenbeck confía en que su premio motive a las nuevas generaciones de niñas a estudiar matemáticas, del mismo modo en que Noether y otras la motivaron a ella.

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