Los niños con TDAH necesitan moverse para aprender

Ya sea un movimiento constante con el pie, un balanceo incesante de la pierna o un arrastrar continuo de la silla: los niños con déficit de atención e hiperactividad (TDAH) necesitan de ajetreo para memorizar información y resolver tareas cognitivas complejas.
«Las intervenciones que van dirigidas a reducir la hiperactividad son justo lo contrario de lo que deberíamos hacer con la mayoría de niños que presentan TDAH», señala Mark Rapport, de la Universidad de Florida Central y uno de los autores del estudio. Y aclara: «El mensaje no es que les dejemos correr por toda la habitación, pero sí se debe facilitar su movimiento con el fin de que puedan mantener el nivel de alerta necesario para las actividades cognitivas.»
Efecto positivo en la memoria de trabajo
En la investigación participaron un total de 52 niños con edades comprendidas entre los 8 y 12 años, de los cuales 29 tenían diagnosticado un TDAH; los otros 23 no presentaban ningún tipo de trastorno. Los investigadores pidieron a cada participante que contestara, repartidas en cuatro sesiones, una serie de pruebas estandarizadas diseñadas con el objetivo de evaluar su memoria de trabajo (capacidad de almacenamiento y gestión temporal de la información necesaria para tareas cognitivas complejas como el aprendizaje, el razonamiento y la comprensión). A través de una pantalla de ordenador mostraron a los sujetos una serie de letras y números desordenados que debían poner en orden. Una cámara grababa a los niños; asimismo, los investigadores registraban sus movimientos y evaluaban su grado atención al realizar las tareas.
Si bien se sabía que el movimiento excesivo es una característica de los niños hiperactivos, el reciente trabajo aporta como novedad que estos se mueven cuando han de utilizar las funciones ejecutivas del cerebro, sobre todo, la memoria de trabajo. En breve, su movimiento tiene un propósito.
«Hemos descubierto que cuando estos niños están en movimiento, la mayoría de ellos funcionan mejor», señala Rapport. «Deben moverse para mantener el estado de alerta.» No así los alumnos sin TDAH: aquellos que también se movieron durante las pruebas cognitivas obtuvieron el efecto contrario, su rendimiento fue peor.

Sobre el origen de las mitocondrias

La antigüedad de las mitocondrias, las «centrales eléctricas» de la célula, se remonta a unos dos mil millones de años. Aunque estos orgánulos encargados de producir energía se identificaron en 1800, el modo en que surgieron y se integraron en las células sigue siendo hoy objeto de debate.
El antepasado de las mitocondrias era una bacteria de vida libre que fue ingerida por otro organismo unicelular. La mayoría de los biólogos piensan que la bacteria supuso una ventaja para su anfitrión: según una hipótesis, las mitocondrias primitivas le suministraron hidrógeno para producir energía. Otros investigadores sostienen que, cuando el oxígeno atmosférico aumentó abruptamente en esa época, las células anaeróbicas se sirvieron de las bacterias para eliminar el gas, que les resultaba tóxico. Fuera como fuera, unidos vivían de manera tan armoniosa que con el tiempo se convirtieron mutuamente dependientes y establecieron una relación duradera.
Un nuevo estudio realizado por Martin Wu y Zhang Wang en la Universidad de Virginia plantea la posibilidad de que el antepasado de las mitocondrias era en realidad un parásito. Su afirmación se sustenta en la construcción reciente del árbol evolutivo de las mitocondrias, que resuelve las relaciones ancestrales entre los orgánulos y sus parientes bacterianos vivos más cercanos a partir del análisis genómico. Los datos del ADN hicieron deducir a Wu que las mitocondrias pertenecían a un orden de bacterias patógenas y parásitas llamadas rickettsiales, o rickettsias, y que evolucionaron a partir de un antepasado que producía una proteína que «robaba» energía. En algún momento, este antecesor parasitario perdió el gen responsable de esa proteína y adquirió otro que permitía abastecer de energía a su huésped, como hacen hoy las mitocondrias.
Sin embargo, hay expertos que discrepan de las conclusiones del estudio. Dennis Searcy, que investiga el origen de las mitocondrias en la Universidad de Massachusetts Amherst, piensa que los autores interpretaron erróneamente el árbol evolutivo al decidir que las mitocondrias descienden de las rickettsias. Tal error restaría validez a sus resultados. Y Michael Gray, que investiga la evolución de las mitocondrias en la Universidad de Dalhousie en Nueva Escocia, cree que la rápida evolución del orgánulo impide saber con certeza la rama del árbol en la que se incorporaron los antiguos microorganismos de vida libre.
Wu sostiene que el estudio redujo al mínimo posible los errores, aunque al mismo tiempo reconoce que se necesitan mejores modelos para determinar con seguridad las relaciones evolutivas, ya que el árbol presenta todavía grandes lagunas.

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